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“Hay algo que me tiene preocupado y me genera tensión: mi autoexigencia. Desde pequeño, mis padres me han inculcado el sentido del deber y la responsabilidad. Siempre he sido muy responsable en el colegio, en el trabajo, con mis amigos… Me he esforzado por agradar, estar pendiente de que todo salga bien, pero siempre me parece que no es suficiente.

Es como una sensación de insatisfacción constante, y cuando me equivoco o las cosas salen mal, me hundo y siento que no valgo lo suficiente. Me gustaría entender qué me pasa y cómo cambiar.”

(Alberto)

Esta reflexión, que se publicó en el número 185 de la revista Psicología Práctica, fue una consulta que recibimos con el objetivo de comprender la autoexigencia personal. Aprovechamos para abordar aquí este tema.

La autoexigencia y la insatisfacción

Desde niños se nos inculca el esfuerzo, el dar lo mejor de nosotros, superarnos en los estudios y en el colegio. Es habitual que algunas personas lo asuman con una convicción tan alta, que se exigen mucho a lo largo de su vida y lleguen a sufrir sentimientos de frustración.

Además, como indicaba Alberto, sienten que tienen que complacer a todos y agradar, olvidándose de sus necesidades.

Con esta forma de relacionarse, es normal encontrar insatisfacción, porque los resultados no son suficientemente buenos, las cosas se pueden hacer mejor.

Este enfoque de exigencia mira más hacia lo que falta y a la descalificación personal. Es como lo que sucede en la reflexión. Una mayor dificultad para separar lo que somos de lo que hacemos, hace que cuando las cosas salgan mal, lo vivamos como un gran fracaso.

La buena noticia es que, cuando somos tan exigentes, podemos relacionarnos con las situaciones de manera más productiva: desde la excelencia.

Cómo actuar desde la excelencia

Si la exigencia es la obligación de hacer las cosas de la mejor manera, la excelencia es la actitud e interés por hacer las cosas del mejor modo que una persona pueda.

¿Cómo llegar a la excelencia y a la satisfacción personal?

Algunas ideas que te pueden ayudar a relacionarte desde la excelencia:

  • Centrarse en el proceso y en el camino, más que en el resultado.
  • Disfrutar del camino y darte permiso para equivocarte.
  • Descubrir que, si te equivocas, puedes aprender de ello. Además, equivocarse, deja lugar a la creatividad.
  • Si algo sale mal, no eres tú, es una parte de tu manera de hacer las cosas que puedes mejorar y aprender.
  • Conectar con lo que realmente quieres y no solo con lo que tienes que hacer y tus obligaciones.
  • Permitirte ser auténtico; no tienes que agradar a todo el mundo.

A veces creemos que somos fruto de nuestras circunstancias o que somos de una determinada manera y no podemos cambiar.

Desde el coaching, os animo que os retéis a vosotros mismos a relacionaros con estas situaciones de manera diferente y vayáis viendo los distintos resultados y disfrutando del proceso.

Date permiso para equivocarte y piensa que del error también se aprende.

Tus preguntas a la experta

Si quieres que una coach profesional responda a tus inquietudes relacionadas con el ámbito laboral y el desarrollo profesional, escríbenos a comunicacion@coraops.com

 Publicado originalmente en la revista Psicología práctica número 185.

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