De todas las distinciones lingüísticas que manejamos en Coaching, hay una cuyo descubrimiento fue especialmente revelador para mí: exigencia vs excelencia.
Los comportamientos asociados a la exigencia me resultan familiares, pues los he vivido en distintas organizaciones. Además reconozco la exigencia y sufro sus consecuencias en mí misma, y en el modo en que me relaciono con la realidad.
La exigencia para la persona y para la empresa
La excelencia
Se entiende por excelencia:
“El cuidado y la atención por hacer las cosas de la mejor manera posible”.
Este contexto permite poner en práctica nuestras mejores capacidades y fomenta el aprendizaje, la creatividad y el crecimiento.
La exigencia
La exigencia, sin embargo, busca hacer las cosas perfectas. Ante tal imposibilidad, la persona exigente y la exigida, sufren continua insatisfacción y autorreproches.
La exigencia lleva implícita la dificultad para separar lo que soy, de lo que hago. Focalizarse en el hacer tiene un componente de obligación, de complacer a otros y esperar su reconocimiento, olvidándonos de las necesidades propias y de lo que realmente deseamos. Es decir, olvidándonos de nuestro para y del valor detrás de lo que hacemos.
Supone que controlen, en lugar de compromiso.
Las compañías excelentes toleran y viven los errores como oportunidades de aprendizaje.
La innovación exitosa está casi siempre acompañada de fracasos previos. La excelencia, pues, facilita la creatividad y la innovación. En la exigencia se vive el error como un fracaso insostenible, no se asumen riesgos ni responsabilidades para evitar frustración.
La excelencia en las empresas
La excelencia se centra en el ser y en el compromiso con los objetivos. Igual que en el metamodelo CORAOPS®, en contextos de excelencia el foco está en el proceso, en el objetivo más que en el resultado. Una cultura basada en la excelencia será el camino para cumplir la visión de la empresa y las promesas de su marca.
Las compañías las forman las personas y es decisión de sus miembros hacia dónde quieren ir.
Los hábitos de la empresa constituyen su cultura, su modo de trabajar y su forma de relacionarse. La excelencia es una elección consciente, es un hábito que conduce al crecimiento personal y hace que las empresas sean más sabias.
“Una cultura basada en la excelencia será el camino para cumplir la visión de la empresa y las promesas de su marca”.
El cambio de la exigencia a la excelencia
La voracidad del mercado y la presión por responder con los números ante los accionistas, somete a muchas compañías a tensiones cortoplacistas. Estos, en muchos casos responden más a los patrones de la exigencia que a los acordes de la excelencia.
En tal coyuntura, la misión del coach en las organizaciones será la de sensibilizar en esta distinción, en los peligros que conlleva la exigencia y acompañar a las compañías en los beneficios del caminar en la excelencia.
Aunque para algunos pueda sonar utópico, todos conocemos ejemplos de compañías que se desenvuelven en entornos de excelencia. El cambio es posible.
El cambio de la cultura empresarial
Un cambio cultural de esta envergadura no es un proceso fácil. Solo unos líderes sensibilizados podrán crear las condiciones para la excelencia. El coach deberá trabajar especialmente con la alta dirección para alcanzar la tracción necesaria para que el cambio permeabilice toda la organización.
El papel del coach
En este proceso las conversaciones entre sus miembros y las competencias comunicativas de la empresa serán determinantes.
La actuación del coach no se limitará solo al management, apoyará a la compañía en todos sus niveles, alineando los objetivos personales y profesionales dentro de la empresa, pues solo así los empleados estarán comprometidos con lo que hacen. Las personas motivadas serán más felices y alcanzarán mejores resultados.
Ser consciente del contexto
Distinguir la exigencia de la excelencia amplía la mirada y la capacidad de acción. Desde la excelencia aumentan las posibilidades de lograr el objetivo y los resultados, pues se abren opciones y entornos de aprendizaje.
El cambio cultural de la exigencia a la excelencia será sostenible si transforma el sistema.
Que los managers tomen conciencia de esta distinción será la condición necesaria que les permitirá adquirir un aprendizaje que amplíe su perspectiva para observar más allá y multiplique su capacidad de acción efectiva. No en vano, esta distinción es especialmente relevante en las fases de Aprendizaje y de Opciones de la Metodología CORAOPS®.
La propia persona
Reconocerme a mí misma en esta distinción constituye también un aprendizaje personal que me permitirá, desde mi propia experiencia, acompañar al coachee en su camino hacia el autoconocimiento y la excelencia.
Bibliografía:
- S. Guarnieri y M. Ortiz, No es lo mismo
- L. Wolk, El arte de soplar las brasas
- R. Echeverría, Ontología del Lenguaje
Artículo de Cristina López Rodríguez, Coach CORAOPS
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