La empatía es un concepto cada vez más asentado en las conversaciones sobre autoconocimiento de la persona. Es una de las claves de la inteligencia emocional entendida como la capacidad para gestionar, comprender o manejar las propias emociones.
Gracias a la empatía podemos ponernos en lugar del otro y entender, relativizando, por qué se comporta así. Pero en este post vamos a ver qué ocurre cuando esta aptitud se lleva al extremo y se exprime hasta llegar a la hiperempatía.
La empatía y la frontera del equilibrio
La empatía reporta resultados positivos en las relaciones con las personas, sí. No obstante, los extremos y los excesos nunca han reportado nada bueno.
Podemos tener empatía afectiva y sentir lo que el otro siente. Es decir, experimentamos las emociones y sentimientos que la persona de enfrente tiene. Y también podemos poseer un conocimiento concreto de cómo se siente el otro y lo comprendemos. En este caso se trata de una empatía más cognitiva.
El problema llega cuando cuando el hecho de ponernos en los zapatos del que tenemos delante emborrona la línea que me separa de esa persona. Perdemos el equilibrio.
Síndrome por exceso de empatía
Exprimir la empatía es engullir cada emoción que brota del entorno de una persona. Esto desencadena una sobrecarga que en lugar de ser gestionada se transforma en compasión y en consecuencia se acaba sintiendo culpabilidad por el dolor que otros padecen.
Existen casos en el que ser hiperempático llevaba a la víctima a entender al maltratador que tenían delante. En este caso se roza la línea de la empatía y el exceso de esta lleva a incapacitar a la persona. Estamos hablando entonces de un síndrome por exceso de empatía, un tipo de trastorno que hay que considerar.
¿Cómo es alguien hiperempático?
El manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales delimita cómo se pueden identificar los comportamientos de una persona que se considera hiperempática.
Alguien que posea esta aptitud suele adoptar de forma habitual cambios de humor, sufriendo altibajos muy extremos. Se puede producir también un deterioro de la identidad propia y de las habilidades sociales.
Además, es común en una persona con exceso de empatía ser muy sobreprotectora hasta el punto de mermar la autonomía de los demás.
Alguien con esta aptitud tiende a ser menos productivo en su trabajo por el hecho de sentirse discriminado o por su necesidad excesiva de ayudar al otro.
No resulta extraño encontrar a personas que pasan de la hiperempatía al resentimiento. Esto se debe a que después de todos los desengaños sufridos, acaban aislándose, ensimismados en sentimientos de rabia y decepción.
La solución
Acudir a un especialista y más si tiene que ver con la salud mental sigue siendo un tema tabú en la sociedad de hoy, porque no acaba de desligarse de connotaciones negativas.
Pero es necesario un trabajo de la inteligencia emocional, de autoconocimiento. Debería ser obligatorio trabajar aquellos aspectos que nos permiten relacionarnos con nosotros mismos y con el entorno.
Por ello, ante un caso como este que roza la frontera de la empatía y ensombrece nuestra propia identidad, debemos acudir a profesionales. Es fundamental conocer técnicas que nos ayuden a poner límites.