Escuchar el término “Design Thinking” en entornos empresariales, no es nada extraño. Es una metodología que cada vez está más presente en las organizaciones.
Vivimos en un mundo cambiante, donde hay que buscar soluciones nuevas e innovar para seguir estando en la cima y ser competitivos. Por eso vamos a dedicar un post a hablar de esta metodología.
¿Qué es el Design Thinking?
Como hemos mencionado al inicio, se trata de una metodología que se implanta en las empresas con el fin de afrontar problemas. Su particular es que sitúa al usuario en el centro. Aquí dista de la acción de muchas empresas que centran su atención en el diseño del producto, el lanzamiento y luego el mercado valida el resultado.
Con el Design Thinking la inspiración se centra en el usuario. Detectas los problemas y necesidades que tiene y generas una solución basada en lo que has investigado. Así, generas un prototipo, lo rehaces, aprendes y mejoras el producto. De esta forma existe una posibilidad mayor de que funcione porque estás resolviendo la necesidad de alguien.
Se trata de un proceso de pensamientos que inducen a la innovación y al desarrollo de nuevas ideas, poniendo por delante la satisfacción del cliente por la vía más directa, la entrega de valor.
Usar esta metodología en la organización
Algo muy característico del Design Thinking es que los procesos de trabajo de los diseñadores sirven para extraer, enseñar, aprender y aplicar estas técnicas que permiten resolver con creatividad e innovación cualquier asunto que afecte al negocio, sin tener por qué entrar solo en cuestiones de diseño.
Fomentar el Desing Thinking pasa por tener en cuenta el liderazgo.
De este modo, para lograr resultados, empoderar al equipo de una empresa se convierte en un principio esencial. Si bien, todo comienza por la adopción por parte de los líderes de unas funciones que favorezcan una cultura de ideas atrevidas.
¿Cómo se logra esto? Transmitiendo una visión que los empleados adopten como base. Esto hará que ellos asuman mejor los riesgos durante la experimentación, ya que los objetivos finales serán más claros.
También se consigue inspirando a los demás e involucrándose en el trabajo. Es decir, fomentar el Desing Thinking pasa por tener en cuenta el liderazgo. Se necesita tener una actitud proactiva a probar soluciones alternativas y nuevas vías, desde la aceptación de posibles cambios para originar mayor valor.
Fases en las que se divide el Design Thinking
El proceso que sigue esta metodología se divide en cinco etapas y se debe pasar al menos una vez por cada una. Además, se puede regresar a alguna de ellas si se considera necesario, siempre y cuando no ralentice el proceso.
No se trata de una metodología que tenga que seguir un orden específico, ya que incluso pueden ocurrir en paralelo.
Con este recorrido no se pretende más que buscar el error para aprender rápidamente. Esto es algo que el Design Thinking comparte con las metodologías Agile. De este modo, las fases serían:
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- Empatizar con el usuario o cliente para conocerlo.
- Definir las necesidades, obstáculos e ideas, para desarrollar así planes alternativos.
- Generar ideas que desafíen las suposiciones y lleven a soluciones innovadoras.
- Configurar un prototipo, que no es el resultado final, sino un aporte más para avanzar.
- Test de validación, donde mostramos lo que hemos diseñado para el usuario. Momento necesario para asegurar su futura satisfacción.
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El poder del Design Thinking para afrontar una etapa de crisis
Este método nos sirve también para afrontar etapas de incertidumbre como la que estamos viviendo en el terreno social y económico en este momento. El pensamiento que más acecha el día a día de toda empresas es el de cómo crear soluciones para salir adelante y generar valor en las empresas.
En tan solo unos meses se han dado nuevas regulaciones, nuevos ambientes en los que moverse y nuevos hábitos de comportamiento. Es por eso que el design thinking se hace ahora más necesario que nunca.
En este momento, el hacerse preguntas y desarrollar con minuciosidad cada una de las fases descritas anteriormente se vuelve imprescindible. La primera etapa de todas, se basa en la empatía, en poner a los empleados, clientes y usuarios finales en el centro de la ecuación. Es la base de todo y lo que permitirá descubrir hacia qué camino se puede avanzar.
¿Cómo iniciamos esa etapa teniendo en cuenta que el entorno ha cambiado con respecto al año anterior? Sin lugar a dudas tenemos que incluir en esos pensamientos la crisis sanitaria. No nos queda otra salida, teniendo en cuenta que no sabemos cuánto tiempo vamos a estar conviviendo con el virus y que, además, es el desencadenante de los nuevos caminos económicos hacia los que nos dirigimos.
¿Cómo han cambiado los hábitos de los clientes y consumidores desde que estalló la pandemia? ¿Qué puntos de vista faltan en nuestro equipo? ¿Existen puntos que debamos eliminar para inventir en otros caminos que nos aporten más? ¿Estamos haciendo un estudio exhaustivo de las nuevas perspectivas a las que nos enfrentamos? Todas estas y muchas preguntas más deberían formar parte de esa etapa inicial en la que nos ponemos en la piel del otro y en la propia. Así, partiremos con mayor ventaja en la siguientes etapas.
Innovación en nuestros cursos
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