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Queremos compartir esta reflexión de Miguel Ibáñez, Coach CORAOPS y Experto en Bienestar Corporativo, acerca de la Inteligencia Emocional Sistémica. 

No, no se trata de una estrategia de marketing nueva, ni de una terminología un poco más fashion que la ya conocida Inteligencia Emocional difundida por Daniel Goleman. En CORAOPS hemos desarrollado este curso, como fruto de un proceso de reflexión colectiva en el que nos preguntamos si, además de la emoción individual y sus consecuencias personales y grupales, también habría una emoción específica en los sistemas dotados de las capacidades necesarias para experimentar lo que consideramos una emoción.

Esta pregunta es consecuencia de la apuesta que en CORAOPS hemos hecho, desde hace mucho tiempo, por la mirada sistémica, y que se refleja tanto en la formación de Coaching Sistémico de Equipos como, en general, en en modo de concebir la acción de un coach (o un agile coach o un líder). 

En efecto, un sistema es algo más que la suma de sus partes consideradas individualmente, tiene autonomía, se autorregula y tiene voz propia. Así pues, cabe preguntarse ¿tiene emoción propia?

No somos entes aislados que responden “emocionalmente” a las situaciones que vivimos, sino que somos seres interdependientes, y pertenecemos a diversos sistemas (familia, grupo laboral, amigos, ciudad, etc.) en los que, de forma constante, estamos resonando emocionalmente, unas veces de forma agradable y otras, no tanto. Esto significa que cada emoción del individuo influye en el sistema, y viceversa. 

“Cada emoción del individuo influye en el sistema, y viceversa”

Por eso, conocer las dinámicas que van del individuo al sistema, y su posible regulación, nos permiten desarrollar estrategias que favorezcan el mejor clima emocional del sistema, a fin de maximizar su eficiencia a la hora de alcanzar el objetivo. En efecto, todo desequilibrio emocional se traduce en una pérdida de energía y en el desgaste del sistema, lo cual, repercute en cada uno de los miembros del mismo.

Pero hay más. ¿Acaso nosotros no somos también un sistema?. ¿Acaso una emoción no es otra cosa que una energía que mantiene unidas y coordinadas todas las partes de ese sistema, con la finalidad de realizar la acción adecuada para mantener el equilibrio y la homeostasis de este?

Precisamente, si miramos la emoción desde esta perspectiva, podemos ver que no se trata de compartimentos estancos, sino de flujos de diversas sensaciones, que van creando un estado global. Este estado global es lo que entendemos como energía emocional resultante, que va a determinar la acción del sistema, su respuesta a los retos o dificultades o la consecución con éxito de sus objetivos. Por eso, cuando vemos cómo los sistemas van anidando unos en otros (personas, equipos, corporaciones etc.) las energías emocionales van cambiando y anidándose en el mismo sentido.

Por eso, la emoción sistémica no es una emoción colectiva o social, fruto de una especie de contagio emocional. Una característica de la emoción sistémica es su dimensión cognitiva y su orientación al objetivo. Un aspecto de la emoción colectiva es que unifica el sentimiento y, quien no sintoniza con él, se queda fuera del grupo o de la circunstancia. La emoción sistémica, en cambio, puede manifestarse de diversas maneras en función de los disparadores que vive el sistema (circunstancias, retos, oportunidades, cambio, presión etc.), haciendo que los miembros del mismo se expresen más en un sentido o en otro, dando lugar a las cuatro emociones sistémicas que analizamos: La proactividad, la reactividad, la inhibición y la desinhibición, de las que saldrá la energía emocional resultante, que determinará la respuesta más o menos adecuada a las circunstancias que demandan al sistema.

Conocer los procesos, identificar las características, observar los componentes y su reflejo en los subdominos de Cuerpo y Lenguaje; nos permite comprender la emoción sistémica como un proceso continuo en los componentes de un sistema, que condiciona la motivación, determinada por el propósito alineado y el objetivo al que se orienta toda la acción del sistema. 

Estos tres componentes son el eje sobre el que hemos construido este curso.

  • Conocimiento y reflexión sobre el propósito (Ikigai).
  • Sistemas de regulación emocional y emoción sistémica.
  • Condiciones necesarias para un estado emocional saludable.
  • Implementación y casos prácticos de aplicación en el entorno laboral.
  • Sistemas de evaluación.

En el Curso de Especialización en Inteligencia y Bienestar Emocional (CIBE), desarrollamos un marco cognitivo comprensible y fácil de aplicar a las experiencias cotidianas, basándonos en el modelo de desarrollo y bienestar CORAOPS, facilitando el uso de diversas herramientas de manera experiencial, y contando con la vivencia en primera persona, como impronta de nuestro modelo pedagógico. El proceso de aprendizaje está concebido de forma no lineal, sino espiral, de forma que en cada nivel se mira a la totalidad desde un ángulo diferente y más amplio.

La inteligencia emocional sistémica pretende ser un método fácil para identificar, conocer y regular las energías emocionales, tanto a nivel individual como grupal. Propone estrategias y compromisos que pueden transformar el clima emocional de un equipo, y permitir que “lo emocional” pierda el estigma de impedimento, y se convierta en una fortaleza que cohesiona al sistema y le permite alcanzar sus objetivos, y aumentar su resiliencia a la par que refuerza su identidad.

Conoce nuestro programa de Especialización en Inteligencia y Bienestar Emocional, para desarrollar tus competencias en bienestar y gestión emocional. 

También disponemos de un contenido más reducido en tiempo, que te permite obtener unas primeras pinceladas sobre la Inteligencia Emocional Sistémica, cómo identificar las emociones del sistema y adquirir herramientas para gestionarla: nuestro Taller de Inteligencia Emocional Sistémica

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